Práctica 4- Resumen de un artículo de investigación
Fuente: Polo, N. (2022). Las distintas etapas del amor a través de la voz, en M. M. Galindo Merino y M. C. Méndez Santos (eds.), La lingüística del amor: de la pasión a la palabra (pp. 47-70), Pie de Página, España.
La fonética tiende a ser el nivel de la lengua más marginado en los estudios de investigación lingüística. Contamos con numerosos trabajos sociolingüísticos sobre la variación léxica y gramatical o los distintos mecanismos pragmáticos para transmitir intenciones, mientras que el plano fónico, aunque también estudiado, suele relegarse a un plano secundario. Sin embargo, a través de la voz también transmitimos y recibimos mucha información tanto de las personas como del contenido del mensaje. Nuria Polo (2022), en su estudio Las distintas etapas del amor a través de la voz, ubica el sonido como el elemento protagonista para investigar una cuestión bastante interesante: ¿puede cambiar la voz en las personas cuando están enamoradas, dejan de estarlo o durante las distintas etapas del amor?
Para empezar, conviene recordar que únicamente a través de la voz podemos rescatar información sin que sea necesario atender al contenido semántico. Así, las personas son capaces de inferir las variables sociales (como la edad, el género, el estatus social, la etnia, la orientación sexual…) y características personales (altura, peso, carácter, salud, rasgos psicológicos, estado emocional…) de sus interlocutores solo con escucharles, al igual que también se pueden generar una primera imagen positiva o negativa de ellos.
En este artículo, la autora le da especial importancia al género como rasgo sociolingüístico diferenciador. Las voces masculinas y femeninas se ven influenciadas por diversas características fisiológicas como la frecuencia fundamental (condicionada por el tamaño y el grosor de la laringe), la velocidad de vibración, la tensión, el tamaño de pliegues vocales y las características hormonales. Aunque, en general, las voces femeninas son bastante más complejas que las masculinas. Como ejemplo de esto, podemos señalar que los estrógenos no afectan a las voces percibidas como masculinas mientras que la testosterona sí afecta a las percibidas como femeninas, de ahí a que las mujeres trans tengan que acudir a cirugía laríngea o sesiones de logopedia en caso de querer alcanzar una voz prototípicamente femenina. Luego, con independencia de los rasgos biológicos y fisiológicos, también contamos con la performatividad del género a través de la voz, asociada a cómo cada individuo expresa la feminidad o la masculinidad. Algunos rasgos fónicos como la entonación, el tono y la articulación ocupan gran importancia en este fenómeno y están estrictamente ligados a patrones sociales, culturales e identitarios.
Las personas podemos modular la voz, consciente o inconscientemente, dependiendo de cuáles sean nuestros intereses u objetivos. Entrando en los actos del cortejo, los animales varían la voz con finalidades reproductivas. Por ejemplo, los ciervos machos agravan su bramido para transmitir buena genética reproductiva. ¿Puede ocurrir algo similar con las personas? Aunque el interés o la falta de esta en otros individuos depende de los gustos personales y no hay ciencia que pueda oponerse a ello, la autora nos indica que sí hay algunas nociones interiorizadas sobre lo que es considerada una voz atractiva, y aunque estas podamos compartirlas o no, hay una tendencia inconsciente a adaptarnos a ellas. Con esto, Polo afirma que las personas transmiten información fonética cuando tienen interés romántico o sexual, cuando dejan de tenerlo o también en las distintas fases del amor. De manera resumida, diferenciamos tres fases en este proceso: una primera donde, sea cual sea el género, el individuo tiende a agravar la voz, una segunda donde tiende a agudizarla y una tercera donde la agrava o la agudiza en función de la de la pareja, mimetizándose a ella. A continuación, lo explicamos con mayor detalle.
La primera fase la relacionamos con el interés que pueda surgir antes de iniciarse el enamoramiento. Es decir, cuando una persona considera atractiva a otra. En estos casos y de manera inconsciente, hay un intento de llamar la atención a través de la fonética. El atractivo de las voces puede variar en función de la cultura y, según el estudio de Polo, hay mucha más complejidad en las femeninas que en las masculinas. De manera muy generalizada, las voces consideradas como más atractivas en ambos géneros son las situadas en el valor medio, es decir, ni muy graves ni muy agudas. Culturalmente, hay mucha menos variación en el caso de las masculinas, ya que por lo general las apreciaciones de las voces de los hombres no suelen cambiar en función de la cultura mientras que en el caso de las mujeres sí. Así, por ejemplo, en occidente están mal valoradas las voces femeninas agudas por ser consideradas como irritantes o estridentes (Faccaro et al., 2013), mientras que en Japón se valoran positivamente (Oguchi y Kikuchi, 1997). Además, en el caso de los hombres no hay una relación entre sus rasgos fonológicos y su capacidad reproductiva mientras que en las mujeres sí. De tal forma, las voces femeninas suelen ser vistas como más atractivas durante el proceso de ovulación o cuando adquieren un matiz aéreo y de fricción que, fisiológicamente, se relaciona con la fertilidad (Linville, 1992). Este tono rasgado o aéreo es un rasgo específico de las mujeres (Hughes et al., 1990) y suele percibirse como una voz femenina ligeramente grave. De tal forma, para llamar la atención de una potencial pareja, tanto hombres como mujeres tienden a agravar la voz de manera inconsciente. En el caso de ellos, porque socialmente se consideran más atractivas al potenciar sus atributos masculinos (Valentová et al., 2013) y, en el caso de ellas, para transmitir mayor fertilidad.
La segunda fase se relaciona con el inicio del enamoramiento y, en estos casos, ambos géneros tienden a agudizar la voz debido a una contracción muscular producida por el atontamiento de esta fase. Posteriormente, una vez alcanzado el amor maduro y la estabilidad, los miembros de la pareja se inclinan a mimetizarse (Farley et at., 2013). Es decir, la persona de voz más grave suele subir el tono y la persona de voz más aguda suele bajarlo, compenetrándose así las voces entre ellas. Esto la autora lo relaciona con la teoría de la acomodación en comunicación de Giles (2008): como consecuencia de interacciones constantes con la pareja, se adoptan rasgos fónicos suyos.
Finalmente, como punto extra, la autora menciona el amor incondicional. Es decir, aquel que profesamos a niños pequeños o animales. Ante estos casos, las personas agudizan la voz y adoptan una tonalidad ondulada como si estuvieran cantando. Esto puede explicarse por dos motivos. Primero, para llamar la atención del bebé o de la mascota y reforzar lazos. Se trata de una tonalidad que adoptamos inconscientemente cuando queremos mostrarnos como figuras de crianza. En segundo lugar, para ayudarles a comprender el contenido del mensaje, ya que para ellos este carecerá de contenido semántico al no conocer la lengua y será a través de la prosodia como comprenderán lo que queremos transmitirles.
Laura Álvarez.
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